miércoles, 3 de febrero de 2010

EL CRISTO FUTURO - en you tube -


CAPÍTULO IX 
EL CRISTO FUTURO

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Hemos visto previamente como la humanidad en su infancia, en los tiempos de los atlantes, vivía unida bajo la guía directa de divinos caudillos y como fue eventualmente extraída del agua y colocada un una atmósfera clara y límpida donde la separación de cada individuo, de todos los demás, fue de súbito visible.
"Dios es Luz", la luz que se transformó en vida en el hombre. Era todo oscuro y difuso acromáticamente en la densa atmósfera de los primeros atlantes, incolora como en el aire en un día de niebla espesa de esta época y de ahí la unión de todos los seres que vivían en aquella luz. Pero cuando el hombre se levantó de las aguas; cuando emergió en el aire donde la manifestación de Dios, la Luz ,era refractada en multitud de matices, esta luz de coloración variada, fue de modo diferente absorbida por cada individuo. Así se inauguró la diversidad al contemplar la raza humana el grandioso arco iris con sus hermosos y variadísimos colores. Aquel arco puede ser considerado, por lo tanto, como el umbral de la puerta de entrada a "la tierra de promisión" o sea el mundo como está actualmente constituido. Aquí la luz de Dios no es ya más el insípido tinte de los primitivos atlantes. El actual despliegue asombroso de colores nos dice que la consigna de la edad presente es la segregación y, como consecuencia, mientras permanezcamos en la condición actual bajo la ley de ciclos alternos, de donde provienen el verano y el invierno, el flujo y reflujo, unos a otros sucediéndose con inquebrantable secuencia, mientras el arco de Dios se vea en el cielo, emblema de la diversidad, estaremos todavía en los tiempos del reinado del hombre y el reinado de Dios estará en suspenso. Sin embargo, tan seguro como que las condiciones edénicas sobre las cuales las islas de fuego en movimiento de la antigua Lemuria, terminaron en la separación de los sexos, expresando cada uno un elemento del fuego creador y haciendo la unión del hombre y la mujer tan necesario a la generación del cuerpo, como la unión del hidrógeno y del oxígeno lo es para la producción del agua y tan seguro como que la emergencia de la atmósfera acuosa de los atlantes al ambiente aireado de Ariana, el mundo de hoy, promovió más y más la segregación en naciones separadas y en individuos que pelean unos contra los otros (porque las formas agudamente diferentes que comportan les impulsan, cegándoles, a la inalienable unidad de cada alma con respecto a las demás) tan ciertamente también, la condición de este mundo dará lugar a un "nuevo cielo y a una nueva tierra, donde morará la justicia".
En los primeros tiempos de la Atlántida vivíamos en los valles más profundos de la tierra, donde la niebla era más densa; respirábamos por medio de agallas y nos hubiese sido imposible vivir en una atmósfera parecida a la que actualmente habitamos. En el transcurso del tiempo, el deseo de exploración causó el invento de buques aéreos, que fueron accionados por las fuerzas expansivas de los granos en brotación. La historia del "arca" es una rememoración corrompida de aquel hecho. Aquellos buques realmente funcionaron sobre las crestas de las montañas en las que la atmósfera más enrarecida les permitía sustentarse. Hoy flotan nuestros buques sobre el elemento en que los buques atlánticos estuvieron en inmersión. Hemos practicado varios medios de propulsión que nos permiten remontarnos sobre las partes más elevadas de la tierra que actualmente ocupamos, comenzando a alcanzar la atmósfera para conquistar este elemento como subyugamos a las aguas y, tan seguramente como nuestros antecesores atlánticos hicieron un bello camino del líquido elemento en que respiraban y se elevaron sobre las aguas para vivir en otro elemento, del mismo modo nosotros conquistaremos el aire y nos elevaremos por encima de él hacia el elemento recién descubierto que llamamos éter.
En efecto, cada edad tiene sus condiciones peculiares y sus leyes; los seres
evolutivos tienen una constitución física apropiada al ambiente de su edad, pero se ven dominados por las fuerzas de la naturaleza que prevalecen entonces, hasta aprender a conformarlas a sus deseos. Entonces estas fuerzas llegan a ser servidores del más alto valor, como por ejemplo, el vapor y la electricidad, que, parcialmente, hemos conquistado. La ley de la gravedad nos sujeta todavía con su poderosa garra, aunque por medios mecánicos probamos de escaparnos hacia un nuevo elemento. En tiempos no lejanos alcanzaremos el dominio del aire, pero así como en los tiempos de los atlantes flotamos sobre las montañas de la tierra a causa de la flotación insuficiente de los buques que no permitían levantarse más alto sobre la niebla de aquellas alturas y a causa de que la respiración era defectuosa, así también la creciente rarificación de nuestra atmósfera actual nos impedirá el entrar en "el nuevo cielo y en la nueva tierra" que están llamados a ser el escenario de la Nueva Dispensación.
Antes de alcanzar aquel estado, han de tener lugar cambios físicos, igual que morales y espirituales. El texto griego del Nuevo Testamento no deja duda alguna respecto a este punto, aunque la falta de conocimientos de las enseñanzas de los misterios, impedía a los traductores de apuntarlo así en la versión inglesa. Si solamente hubiéramos creído la Biblia como actualmente está, nos hubiéramos ahorrado muchas desilusiones y mucho malestar concernientes a esta época.
No pocas sectas han dispuesto de sus bienes por anticipado al advenimiento de Cristo en cierto día y han sufrido después grandes privaciones. Algunos intrigantes se han hecho pasar por Cristo y aún por Dios, se han casado, fundado familias y han muerto, dejando a sus hijos, que eran supuestos Cristos, para que pelearan por su reinado; un gobierno temporal se vio obligado a ocultar a uno de estos Cristos militantes en un islote del Mediterráneo y otro en una ciudad asiática donde está bajo una vigilancia militar. No hay indicios de que en el provenir falten semejantes farsantes, mejor dicho, la sacrílega impostura tiende a extenderse.
"Podemos estar seguros de que los divinos guías de la evolución no se equivocaron al dar la Religión Cristiana al mundo occidental, la más avanzada enseñanza, a los más precoces de la raza humana". Puede ser, pues, considerado como lamentable el que una organización se proponga injertar una religión india (que es excelente para el pueblo a quien fue divinamente dada) en nuestro pueblo. Los ejercicios indios de respiración, importados entre nosotros, han mandado ciertamente a mucha gente a los manicomios.
Si creemos las palabras de Cristo: "Mi reino no es de este mundo" (Kosmos, la palabra griega empleada que significa "orden de cosas", antes bien que nuestro planeta, la Tierra, que se llama "gea"), sabremos mejor cómo buscar a Cristo hoy.
"La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios" como tampoco pudieron los seres que respiraban por medio de agallas, de los tiempos primeros Atlánticos, vivir bajo las condiciones naturales que prevalecen en la edad presente en que el "reino del hombre" existe. Pablo, hablando de la resurrección, no dice, como en la traducción inglesa: "Hay un cuerpo natural y hay un cuerpo espiritual". 1ª Cor. 15:44; Él afirma y dice en los versículos precedentes como es generado de una "semilla", de la misma forma que lo explican las enseñanzas rosacruces. La Biblia afirma que nuestros cuerpos son corruptibles. (También enseña que un órgano, que es el corazón, es una excepción. Esto hace referencia al Átomo simiente del corazón. Ps. 22:26.)
Por consiguiente nuestros cuerpos han de cambiar antes de que Cristo pueda venir.
Si estas cosas fuesen creídas, pocos serían los que correrían tras impostores, los cuales tendrían sus trabajos por penitencia. Pero los periódicos occidentales, desgraciadamente, prestan crédito a tales intrigantes aunque mirándoles siempre como cosa de broma hasta donde pueden, pues sería ridículo creer que el Ser, grande y sabio que guía la evolución pudiese alcanzar tan poco en su previsión, hasta no saber que el mundo occidental nunca aceptará el vástago de lo que él considera como una semibárbara carrera por su Salvador.
Cuando se llevaban a cabo los preparativos, hace 2.000 años, para la encarnación del Salvador del mundo, Galilea era la Meca de los espíritus errantes. Hacia allá se congregaban gentes de Asia, África, Grecia, Italia y de todas las demás partes del mundo de aquellos tiempos. Las condiciones de aquellos lugares eran excepcionalmente congénitas y atractivas de manera que, como lo han declarado varios eruditos que han investigado el asunto, Galilea era tan cosmopolita como la misma Roma. Fue, de hecho, el "crisol de fusión" de aquellos días. Entre otros, José y María, los padres de Jesús, habían emigrado de Judea a Nazareth de Galilea, antes del advenimiento de su primogénito y el cuerpo generado en aquel ambiente fue diferente al del tipo de la raza judía.
Es un hecho incontrovertible que el medio ambiente juega una gran parte en la evolución. Tenemos hoy sobre la tierra tres grandes razas. Una, la negra, tiene el cabello que es liso en su sección y la cabeza es larga, estrecha y alisada por sus lados. La órbita del ojo es también larga y estrecha. Los negros descienden de la raza Lemúrica.
Los mongoles y pueblos parecidos tienen la cabeza redonda. Su cabello es redondo en su sección y las órbitas de sus ojos son redondos igualmente. Son los remanentes de la raza atlántica.
La raza aria posee cabello ovalado, cráneo ovalado también y las órbitas de sus ojos son ovaladas igualmente; siendo estos los rasgos especialmente pronunciados en los anglo-sajones, que son la flor de la raza actualmente.
En América, la Meca de las naciones de hoy día, estas varias razas están naturalmente representadas. Esta es el "crisol" en el que se están amalgamando. Ha sido constatado que aquí existe una notoria diferencia en los hijos pertenecientes a la misma familia. Los cráneos de los hijos más jóvenes nacidos en América son más cercanos al óvalo que los de sus hermanos y hermanas nacidas en el territorio de su procedencia emigratoria.
De estos hechos y de otros que no es necesario mencionar aquí parece evidente que una nueva raza está naciendo en el continente americano; y razonando por el hecho conocido de que Cristo vino del sitio más cosmopolita del mundo civilizado de hace 2.000 años, no es sino lógico esperar que si una nueva encarnación fuese buscada para este exaltado Ser, su cuerpo sería más que probablemente formado de la raza nueva más bien que de la antigua. En otras palabras, si fuese conveniente y virtuoso el obtener un Salvador de una raza de las más viejas, ¿por qué no buscar un negro o un hotentote?...
Pero podemos estar seguros de que aunque los impostores defrauden por más o menos tiempo, siempre son desenmascarados tarde o temprano y sus planes quedan reducidos a la nada. Mientras tanto, el progreso continúa llevándonos más cerca de la Edad Acuaria y un Maestro está viniendo para dar a la Religión Cristiana nuevo ímpetu en una nueva dirección.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel


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