miércoles, 3 de febrero de 2010

LA EDAD FUTURA - en you tube -



CAPÍTULO X (a)
LA EDAD FUTURA

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Cuando hablamos de la "Edad Futura", del "Nuevo Cielo" y de la "Nueva  tierra", mencionados en la Biblia y también de la Edad de Acuario, la diferencia no aparecerá clara en las mentes de nuestros estudiantes. La confusión de los términos es uno de los terrenos más fértiles para la falacia y las enseñanzas Rosacruces procuran y se esfuerzan en evitarlo por medio de una nomenclatura determinada. Algunas veces un esfuerzo extraordinario se hace necesario para disipar la niebla engendrada por las corrientes de concepciones nebulosas de autores tan sinceros como el que esto escribe, pero no tan afortunados en ganar acceso a las incomparables Enseñanzas de la Sabiduría del Occidente.
En nuestros escritos se ha dicho que cuatro grandes épocas de desarrollo han precedido al presente estado de cosas; que la densidad de la tierra, sus condiciones atmosféricas y las leyes de la naturaleza que prevalecieron en una época determinada, fueron tan diferentes a las de las otras épocas, así como la correspondiente constitución física de la raza humana en cualquier época difería de la de las otras.
Los cuerpos de Adam (este nombre significa tierra roja), la humanidad de la incandescente Lemuria, fueron formados "del polvo de la tierra", de aquel barro caliente, rojo, volcánico y estaban adaptados justamente a aquel ambiente. La carne y la sangre se hubieran sublimado con el terrible calor de aquellos días y aunque estén ahora adaptadas a las condiciones actuales, Pablo nos dice que ellas no pueden heredar el reino de Dios. Es, por consiguiente natural, suponer que, antes de que un nuevo orden de cosas pueda ser inaugurado, la constitución física de la raza humana debe ser radicalmente cambiada, sin decir nada de las condiciones espirituales.
Millones de años serán necesarios para regenerar la totalidad de la raza humana y adaptarla para vivir en cuerpos etéreos.
Por otra parte, tampoco un nuevo ambiente entra de golpe a la existencia, sino que la tierra y la humanidad evolucionan al compás desde el principio y los más primitivos comienzos. Cuando las nieblas de la Atlántida comenzaron a densificarse, algunos de nuestros antepasados ya habían desarrollado pulmones embrionarios y se vieron empujados a las tierras altas años y años antes que sus contemporáneos. Estuvieron errando en "el desierto" mientras la "tierra prometida" emergía desde las más ligeras brumas y, al mismo tiempo, sus pulmones en crecimiento se iban habituando a la existencia bajo las condiciones atmosféricas de entonces.
Otras dos razas nacieron en los valles de la tierra antes de que una sucesión de diluvios les empujase hacia las tierras altas; el último diluvio tuvo lugar durante el tiempo en que el Sol entró en el signo acuático de Cáncer, hará aproximadamente unos diez mil años, como le dijeron a Platón los sacerdotes egipcios. Así vemos que no hay un cambio súbito de constitución o medio ambiente para la raza humana entera cuando una nueva época se introduce, sino una gradual mejora de las condiciones que hacen posible que la mayor parte de la raza, por progresivo ajustamiento, pueda entrar en la nueva situación, aunque el cambio pueda parecer súbito al individuo, cuando en realidad, el cambio preparatorio ha sido inconscientemente llevado a cabo. La metamorfosis de un renacuajo, de un habitante del líquido elemento,
transformado en uno del aire, nos da una analogía del pasado y la tranformación del gusano en mariposa elevándose por el aire, es un símil apropiado de la edad futura. Cuando el celeste marcador del tiempo entró en Aries por precesión, comenzó un nuevo ciclo y Cristo predicó la "Buena Nueva". Afirmó que el nuevo cielo y la nueva tierra no estaban todavía preparados para nosotros al decir a sus discípulos: Cuando yo me vaya ahora, no podréis seguirme, pero me seguiréis después. Voy a preparar un sitio para vosotros y vendré otra vez y os recibiré.
Más tarde, Juan vio en éxtasis la nueva Jerusalén descender del cielo y Pablo enseñó a los de Tesalia, por la palabra de Dios, que aquellos que a su venida fuesen Cristos serían citados en el aire para encontrarse con Él y estar con Él para siempre.
Pero durante este cambio hay precursores que entran en el reino de Dios antes que sus contemporáneos. Cristo, en Mateo, 11:12, dijo que: "El reino del cielo es factible de ser asaltado y que los audaces lo toman a la fuerza". Esto no está correctamente traducido. Debería ser: "El reino de los cielos ha sido invadido (biaxetai) y los invasores se apoderan de él" Hay hombres y mujeres que han aprendido ya, por medio de santas y misericordiosas existencias, a dejar a un lado el cuerpo de carne y sangre, -ya intermitente, ya permanentemente- y recorrer los cielos con alados pies, atentos a los asuntos de su Señor, provistos de los etéreos "vestidos de boda" de la nueva dispensación. Este cambio puede ser obtenido por una vida de simple misericordia y oración, tal y como lo practican los cristianos, sea cual sea la iglesia a la que estén afiliados, e igualmente por la práctica de unos ejercicios específicos dados por La Fraternidad Rosacruz. Éstos serán, sin embargo, estériles de todo fruto si no van acompañados de constantes actos de amor, pues el amor será la tónica y el fundamento de la Edad Futura, como la ley lo es de la presente. La manifestación intensa del amor aumenta la fosforescente luminosidad de los éteres del cuerpo vital, las corrientes ígneas cortan la trabazón con la espiral de la mortalidad y el hombre, una vez nacido del agua, en el tiempo de su emergencia de la Atlántida, nace ahora del espíritu para el reino de Dios. La fuerza dinámica de su amor le ha abierto un camino para la tierra del amor y es indescriptible el regocijo entre los que ya han llegado cuando se presentan nuevos invasores, puesto que cada nueva llegada apresura la venida de Dios y el establecimiento definitivo de su reino.
Entre los inclinados a la religión se escucha un grito definido e incesante:
"¡Cuan largo, Señor, cuan largo...!" Y a pesar de la afirmación enfática de Cristo de que el día y la hora son desconocidos hasta para Él mismo, hay profetas y videntes que siguen ganando crédito, cuando anuncian Su venida para una fecha determinada, aunque cada uno de ellos queda desconcertado al ver que el día señalado pasa sin resultado. Esta cuestión ha sido también debatida entre nuestros aspirantes y este capítulo no es más que un intento de demostrar la falacia que existe en esperar el Segundo Advenimiento para dentro de un año, de cincuenta o de quinientos. Los Hermanos Mayores rehusan ir más lejos y se atienen a señalar lo que se ha de llevar a cabo primeramente.
En los días de Cristo, el Sol estaba en los siete grados de Aries. Fueron necesarios quinientos años para llevar la precesión al trigésimo grado de Piscis. Durante aquel tiempo la nueva iglesia vivió en medio de violencias ofensivas y defensivas que justificaron plenamente las palabras de Cristo: "Yo no vine a traer paz sino una espada". Mil cuatrocientos años más han trancurrido bajo la influencia negativa de Piscis , lo cual ha fomentado el poder de la Iglesia y ha maniatado al pueblo por medio de credos y dogmas. Sobre la mitad del siglo pasado el Sol entró en la órbita de influencia del signo científico de Acuario y aunque serán necesarios casi seiscientos años más, antes de que comience la Edad Acuaria, es muy significativo y de alta instrucción, notar los cambios que aquella mera entrada ha traído al mundo. El limitado espacio de que disponemos nos impide enumerar los maravillosos adelantos que se han obtenido desde entonces, pero no está de más afirmar que la ciencia, la inventiva y la industria resultante de ellas, han variado completamente el mundo, su vida social y sus condiciones económicas. Los grandes pasos dados por los medios de comunicación han hecho mucho para derribar las barreras del prejuicio de raza y nos están preparando para acondicionarnos a una Fraternidad Universal. Los medios de destrucción se han hecho tan pavorosamente eficaces que las naciones militantes se verán forzadas en adelante "a fundir sus espadas para hacer de ellas rejas de arado y sus lanzas en podaderas". La espada ha tenido su reino durante la Edad de Piscis pero la ciencia regulará la Edad Acuaria.
En la tierra de la puesta del Sol podemos esperar ver primeramente las ideales condiciones de la Edad Acuaria: Una amalgama de religión y de ciencia, que forme una ciencia religiosa y una científica religión, será la promotora de la salud, la felicidad y el goce de la vida en abundante medida.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel


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