miércoles, 3 de febrero de 2010

INICIACIÓN: QUÉ ES Y QUÉ NO ES (Segunda parte) - en you tube -


CAPÍTULO II
INICIACIÓN: QUÉ ES Y QUÉ NO ES

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Segunda parte

Para la mejor comprensión de lo que constituye la Iniciación y cuáles son sus requisitos preliminares, fije el lector primeramente y con toda firmeza en su mente el hecho de que la humanidad, en su totalidad, progresa lentamente por el camino de la evolución, logrando lenta y casi imperceptiblemente, más altos estados de conciencia. El camino de la evolución es una espiral, mirado solamente bajo su aspecto físico, pero es de forma enroscada doble si se observan sus fases físicas y espirituales. (Véase el diagrama del caduceo químico en el "Concepto Rosacruz del Cosmos").
En el caduceo, o figura 8, hay dos círculos que convergen en un punto central, los cuales pueden ser tomados para simbolizar al espíritu inmortal, el ego evolucionante; uno de los círculos significa su vida en el mundo físico desde el nacimiento hasta la muerte. Durante este lapso de tiempo cada uno de sus actos es una semilla sembrada de la cual cosechará, en cambio, cierta cantidad de experiencia. Pero de la misma manera que se pueden sembrar semillas en pleno campo sin cosecha alguna de las que hayan sido arrojadas en terrenos pedregosos o entre espinas, etcétera, así también la semilla de la oportunidad puede ser perdida por negligencia en el cultivo del terreno y la vida entonces sería estéril y sin fruto. Recíprocamente, así como la diligencia y el cuidado en el cultivo aumentan enormemente el poder productivo de las semillas, una aplicación cuidadosa en el negocio de la vida (mejora de oportunidades para aprender las lecciones de la vida y extraer de nuestro alrededor la experiencia que contiene) nos aporta más oportunidades; y al término de una vida el ego se encuentra a las puertas de la muerte cargado con los más ricos frutos de la vida.
Una vez que el trabajo, objetivo de la existencia física, se ha cumplido y la carrera de la vida se ha terminado, el ego emprende el trabajo subjetivo de asimilación, realizado durante su permanencia en los mundos invisibles, que atraviesa durante el período de la muerte al nacimiento, simbolizado por el otro arco del caduceo o enroscado. Como el método de llevar a cabo esta asimilación ha sido más minuciosamente descrito en nuestra literatura, no es necesario repetirlo aquí. Baste con decir que al tiempo de llegar un ego al punto central del caduceo, que divide los trabajos físicos de los psíquicos y que llamamos la puerta del nacimiento o de la muerte, según que el ego entre o abandone el reino en que nosotros mismos estemos en aquellos momentos, posee una agregación de facultades o talentos adquiridos en sus vidas precedentes y los cuales puede entonces poner a usura o enterrar durante su existencia venidera, según crea conveniente; pero del uso que haga de lo que tiene depende la importancia del desarrollo de su alma.
Si durante muchas vidas satisface principalmente la baja naturaleza, que vive para comer, beber y divertirse, o si las deja que se esfumen en sueños y especulaciones metafísicas acerca de la naturaleza de Dios, absteniéndose negligentemente de toda acción necesaria, se verá gradualmente dejado atrás por los más activos y progresivos. Grandes agrupaciones de estos perezosos forman lo que nosotros llamamos "razas atrasadas", mientras que los activos, despejados y despiertos que se preocupan de adquirir un mayor porcentaje de oportunidades, son los precursores. Contrariamente a la idea generalmente aceptada, esto se aplica igualmente a aquellos que están empeñados en trabajos industriales. Su manera de procurarse el dinero, es solamente un incidente, un incentivo y enteramente aparte de esta fase, su trabajo es tan espiritual o quizá más que el de aquellos que se pasan el tiempo en plegarias en perjuicio de un trabajo útil.
De lo que dejamos dicho se infiere que el método de desarrollo del alma, tal como se cumple por el proceso de la evolución, requiere "acción" en la vida física seguida en el estado "post-mortem" por un "proceso de reflexión", durante el cual las lecciones de la vida son extraídas y completamente incorporadas a la conciencia del ego, aunque las sensaciones o experiencias en sí mismas sean olvidadas, de la misma manera que nuestro trabajo al aprender las tablas de multiplicar ha sido olvidado aunque la facultad de utilizarlas permanece en nosotros.
Este proceso excesivamente lento y tedioso se acomoda perfectamente a las necesidades de las masas; pero hay algunos que habitualmente agotan las experiencias comúnmente dadas y así requieren un campo más extenso para sus energías. La diferencia de temperamento es la causa de su división en dos clases.
Una de ellas, conducida por su devoción por Cristo, sigue simplemente los dictados del corazón en su tarea de amor por sus compañeros; bellos caracteres, faros de amor en el mundo sufriente, siempre prontos a olvidar su propia conveniencia para ayudar a los demás. Estos fueron los santos; trabajaban sin dejar de rogar; nunca titubearon ni a diestra ni a siniestra.
Tampoco están muertos hoy. La tierra sería un erial agreste a pesar de toda su civilización si ellos no vagaran por el mundo y la existencia de los desventurados que sufren no sería alumbrada por la luz de la esperanza que irradia de sus semblantes. Si ellos hubiesen poseído solamente el entendimiento de la otra clase, hubieran dejado muy atrás a los demás en su carrera hacia la divinidad.
La mente es la cualidad predominante en la otra clase. Con el fin de ayudarla en sus esfuerzos hacia el alcance, las Escuelas de Misterios fueron establecidas prematuramente, en las que el drama del mundo fue representado, para dar a las almas aspirantes, mientras se hallaban en trance, contestación a las preguntas acerca del origen y el destino de la humanidad. Al despertar, eran instruídas en la ciencia sagrada de remontarse más alto por medio del método de la naturaleza - que es Dios manifestado- sembrando la semilla de la acción, meditando acerca de la experiencia, incorporándose, finalmente, la moral esencial para desarrollar mesuradamente el alma desde entonces; produce también este rasgo especial e importante, que mientras que en el curso ordinario de las cosas una vida entera dedicada a la siembra y toda una existencia "post-mortem" a la reflexión y a incorporarse la sustancia anímica, este ciclo de mil años, más o menos, puede ser reducido a un día, como lo proclama la máxima mística: "Un día es igual a mil años y mil años son iguales a un día". Para ser explícito, sea el que sea el trabajo llevado a cabo durante un simple día, si sobre él se reflexiona por la noche antes de cruzar el punto neutro entre el estado de vigilia y el sueño, puede ser incorporado de esta manera a la conciencia del espíritu como poder anímico útil. Cuando este ejercicio se ejecuta devotamente, los pecados del día, al ser así revisados, quedan inmediatamente tachados y el hombre comienza cada día una nueva vida, con la adición del poder anímico obtenido en todos los anteriores días de su período probacionista.
¡Pero... ! Sí, existe un gran pero; "la naturaleza no puede ser burlada"; Dios no puede ser engañado. "Sea lo que sea lo que un hombre siembre, así será lo que él coseche". Que nadie crea que una revisión superficial de los acontecimientos del día, quizá con la ligera declaración de "quisiera no haberlo hecho" al revivir una escena en que se condujo palpablemente mal, le preservará del mal que pueda acontecerle. Al abandonar el cuerpo al morir e ir al purgatorio, la visión de nuestro pasado se desarrolla en orden inverso para mostrarnos antes los efectos y después las causas que los produjeron y así sentimos de manera intensa el dolor que ocasionamos a los demás; y a menos que nosotros ejecutemos nuestros ejercicios de manera similar y, en consecuencia, suframos cada noche el infierno que hayamos merecido durante el día, sintiendo agudamente todos los pesares que hayamos infligido, no nos servirá de nada. Hemos de esforzarnos también en sentir con la misma intensidad, la gratitud por las atenciones recibidas de los otros y aprobación del bien que hayamos proporcionado.
Solamente así vivimos realmente la existencia "post-mortem" y avanzamos científicamente hacia la meta de la Iniciación. El más grande peligro del aspirante en este punto es el caer víctima del lazo que tiende el egotismo, y su única salvaguardia es cultivar las facultades de la fe, de la devoción y una simpatía universal. Es difícil, pero puede ser logrado y cuando así se hace, el hombre o mujer se transforman en un maravilloso poder para el bien en el mundo.
Ahora, si el discípulo ha pesado bien el argumento precedente, habrá asido la analogía existente entre el largo ciclo de la evolución y los cortos ciclos, o escalones utilizados en el sendero de la preparación. Quedará del todo claro que nadie puede llevar a cabo este trabajo de "post-mortem" y transmitir a otro el desarrollo del alma resultante, de la misma manera que nadie puede comer el alimento físico de otro y transmitirle su subsistencia y su desarrollo.
Nosotros pensamos que es absurdo que un sacerdocio ofrezca acortar la permanencia de nuestra alma en el purgatorio. ¿Cómo, pues, podremos creer que cualquier otro -no importa desde el punto que se considere- pueda hacernos prescindir de la necesidad de un número de existencias purgatoriales en provecho nuestro, transmitiéndonos el poder anímico útil que habríamos adquirido al seguir el curso ordinario de la vida hasta el día en que estuviésemos preparados para la Iniciación? Esto es, pues, lo que significa la oferta de iniciar a una persona antes de estar en el umbral. Débese tener el poder del alma requerido para la Iniciación, o nadie podrá iniciarnos. Si lo poseemos estamos en el umbral por nuestros propios esfuerzos y a nadie se lo debemos y podemos pedir la Iniciación como un derecho que nadie puede disputarnos ni retenernos. Si no lo tuviésemos y lo pudiésemos comprar, ciento veinticinco millones de pesetas serían insignificantes para pagarlo y el hombre que nos ofreciese vendérnoslo por veinticinco dólares, sería tan ridículo como su víctima. Recuérdese que si alguien ofrece iniciarnos en alguna orden ocultista, no importa que se llame Rosacruz o de cualquier otra manera, al pedir honorarios para la Iniciación se acredita de impostor y sus explicaciones para justificarlos, ya sea para aplicarlos a limosnas, etcétera, serán pruebas evidentes de la naturaleza fraudulenta de aquella orden, pues se ha dicho: "La Iniciación no es una ceremonia exterior sino una experiencia interna". Yo puedo añadir además que los Hermanos Mayores de la Rosacruz, en el Templo Místico donde yo recibí la Luz, me impusieron la condición de que su ciencia sagrada nunca debía ser puesta en la balanza contra una moneda. Libremente la recibí, libremente fui requerido para darla. Esta cláusula la he cumplido, en espíritu y en la letra, como no ignoran los que han tenido tratos con La Fraternidad Rosacruz.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel

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