miércoles, 3 de febrero de 2010

EL SACRAMENTO DE LA COMUNIÓN (primera parte) - en you tube -


CAPÍTULO III

EL SACRAMENTO DE LA COMUNIÓN
Primera parte

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Para alcanzar una completa comprensión del profundo y aventajado alcance y significado de la forma en que el Sacramento de la Comunión fue instituido, es necesario considerar la evolución de nuestro planeta y del hombre compuesto, así como la química de los alimentos y su influencia sobre la humanidad.
En gracia de la claridad recapitularemos brevemente las enseñanzas Rosacruces relativas a los puntos a discurrir. Se pueden encontrar, tratadas extensamente, en el "Concepto Rosacruz del Cosmos" y en otros trabajos nuestros.
Los espíritus virginales, que componen ahora la raza humana, comenzaron su peregrinación a través de la materia en los albores del tiempo y por el roce de la existencia concreta, sus fuerzas latentes pueden ser transformadas en energía motriz, como poder anímico utilizable. Tras velos sucesivos de materia más densa cada día, fueron adquiridos por los espíritus en su involución durante los períodos de Saturno, Solar y Lunar. Así fue separado cada espíritu de los demás y la conciencia que no podía penetrar en la materia a través de su muralla y comunicarse con los otros, se vio obligada a entrar de nuevo en sí misma y al hacerlo así "se descubrió a sí mismo". Así adquirió la propia conciencia.
Una posterior cristalización de los mencionados velos tuvo lugar en el período de la Tierra durante las épocas Polar, Hiperbórea y Lemúrica. En la época Atlántica la mente fue añadida como un punto focal entre el espíritu y el cuerpo completando la constitución del hombre mixto o compuesto; quien, entonces, fue equipado para conquistar el mundo y producir poder anímico por medio del esfuerzo y de la experiencia, teniendo cada uno libre albedrío y libertad, excepto en lo que le limitan las leyes de la naturaleza y sus propios actos anteriores.
Durante esta evolución del hombre en formación, grandes Jerarquías creadoras guiaron cada uno de sus pasos. Nada fue dejado al azar. Incluso el alimento que comía fue escogido para él a fin de poder obtener el material necesario y apropiado con el cual edificar los diferentes vehículos de conciencia, imprescindibles para cumplir el proceso del desarrollo del alma. La Biblia menciona los diferentes pasos, aunque coloca mal a Nimrod, al simbolizar con él a los Reyes Atlantes que vivieron antes del Diluvio.
En la época Polar, el hombre estaba constituido de materia mineral únicamente; así Adán fue hecho de tierra, esto es, en lo referente a su cuerpo.
En la época Hiperbórea el cuerpo vital fue añadido y así su constitución llegó a ser como la de las plantas y Caín, el hombre de aquel tiempo, vivió de los frutos de la tierra.
La época Lemúrica vio la evolución de un cuerpo de deseos el cual hizo al hombre como los animales actuales. Entonces la leche, el producto de animales vivientes, fue añadida a la dieta humana. Abel fue pastor, pero en ningún sitio consta que matara animal alguno.
Por aquellos tiempos la raza humana vivía inocentemente y en paz, en medio de la atmósfera nebulosa que envolvía la tierra durante la última parte de la época Lemúrica, como se describe en el capítulo sobre el "Bautismo". Los hombres eran criaturas bajo el cuidado de un padre común, hasta que el entendimiento les fue dado en los comienzos de la época Atlántica. La actividad del pensamiento desgasta el tejido, que ha de ser reemplazado; cuanto más bajo y más material el pensamiento, más grande la ruina y más urgente la necesidad de albúmina con la cual hacer rápidas reparaciones. De aquí que la necesidad, la madre de la invención, inaugurase la repugnante práctica de comer carne y a medida que continuemos pensando en negocios puramente o en líneas materiales, deberemos seguir usando nuestros estómagos como receptáculos de los restos de las víctimas animales asesinadas. Todavía veremos más adelante cómo el alimento carnal nos ha permitido el asombroso progreso material realizado en el mundo occidental, mientras que los indios y chinos, vegetarianos, han quedado en un estado casi salvaje. ¡Qué triste es darse cuenta de que ellos se verán forzados a seguirnos los pasos y derramar la sangre de criaturas que son compañeras nuestras cuando nosotros hayamos desterrado la bárbara práctica señalada, igual como cesó el canibalismo!
Cuanto más espiritualmente nos desarrollemos, más se armonizarán nuestros pensamientos con el ritmo de nuestro cuerpo y menos albúmina será necesaria para reparar los tejidos. En consecuencia, una dieta vegetal será suficiente para nuestras necesidades, Pitágoras prescribió la abstinencia de legumbres para los escolares avanzados, a causa de ser muy ricas en albúmina y aptas para despertar los bajos apetitos. Que ningún estudiante que lea esto acuerde imprudentemente, sin embargo, eliminar las legumbres de su dieta. Muchos de nosotros no estamos preparados todavía para tales extremos; tampoco podemos aconsejar a todos los estudiantes abstenerse enteramente de comer carne. El cambio deberá venir por sí mismo y desde dentro.
Lo que puede ser dicho con toda certeza; no obstante, es que mucha gente come demasiada carne para que les haga bien. Pero esto es, en cierto sentido, una disgresión y, por lo tanto, volvamos a la evolución de la humanidad en todo lo que se relaciona con el Sacramento de la Comunión.
A su debido tiempo la densa niebla que envolvía la tierra se enfrió, se condensó y llenó de agua los diferentes mares. La atmósfera se esclareció y al mismo tiempo, una adaptación fisiológica tuvo lugar en el hombre. Las branquias o agallas que le habían permitido respirar en aquel aire cargado de agua densa (y las cuales pueden verse en los fetos humanos de hoy) se atrofiaron gradualmente y su función fue llenada por los pulmones, al pasar el aire puro hasta y desde ellos a través de la laringe. Esto permitió al espíritu, hasta entonces envuelto por el velo de la carne, expresarse con palabras y actuar.
Fue entonces, a mediados de la época atlante, cuando el Sol brilló por primera vez sobre el hombre tal como lo vemos hoy; entonces fue cuando vio el mundo por vez primera. Hasta aquellos días había vivido bajo el absoluto control de las grandes jerarquías espirituales, mudo, sin voz ni voto en los asuntos tocantes a su educación; como un niño está ahora bajo el cuidado de sus padres.
Pero en el día en que finalmente brotó de la densa atmósfera de los atlantes; cuando contempló por primera vez las montañas siluetadas claramente, definidos contornos sobre la azulada bóveda del cielo; al ver de pronto las bellezas de los páramos y de las praderas, las criaturas vivientes, los pájaros en el aire y los hombres, sus semejantes; cuando su vista se vio ilimitada por la parcial desaparición de la niebla que había estorbado su percepción hasta entonces y, por encima de todo, cuando se percibió a sí mismo separado y aparte de todos los demás, brotó de sus labios el glorioso y triunfal grito: "Yo soy".
Hasta aquel entonces había venido adquiriendo las facultades que le permitían entrar en la escuela de la experiencia, el mundo fenomenal, como un agente libre para aprender las lecciones de la vida sin trabas, excepto las de las "leyes de la naturaleza", que es donde radica su salvaguardia y la reacción de sus propios actos anteriores, lo que después se convierte en el "destino".
El alimento conteniendo un exceso de albúmina de la carne, con la cual se había hartado hasta entonces, cargó su hígado más de lo que era capaz y entorpeció su sistema, haciéndole áspero, adusto y brutal. Fue perdiendo la visión espiritual que le habían revelado los ángeles guardianes en quienes había confiado y vio solamente las formas de los animales y de los hombres.
Los espíritus con quienes había vivido en amor y fraternidad durante los primeros tiempos atlantes se oscurecieron por el velo de la carne. Todo era muy extraño y él les empezó a temer.
En consecuencia, llegó a ser necesario darle un nuevo alimento que pudiese ayudar a su espíritu a sobreponerse de las moléculas de carne altamente individualizadas (como ha sido explicado en el Concepto Rosacruz del Cosmos, capítulo sobre la Asimilación, página 475) y armarle para la batalla con el mundo y empujarle hasta la propia personificación.
Así como nuestros cuerpos visibles compuestos de materias químicas pueden nutrirse solamente con alimentos químicos, así mismo se necesita espíritu para actuar sobre el espíritu ayudándole a eliminar las pesadas substancias proteicas y estimulando el decaído espíritu humano.
La emergencia de los atlantes del Diluvio, la liberación de la humanidad de la reglamentación absoluta de los guardianes sobrehumanos visibles, su colocación bajo la ley de consecuencia y las leyes de la naturaleza, así como la dádiva del vino están descritos en las narraciones de Noé y de Moisés, que no son más que diferentes versiones de los mismos acontecimientos.
Tanto Noé como Moisés condujeron a sus prosélitos a través del agua. Moisés apela al cielo y a la tierra para atestiguar que ha colocado delante de ellos la bendición y la maldición y les exhorta a escoger el bien o sufrir las consecuencias de sus actos y entonces les abandonó.
El fenómeno del arco iris requiere que el sol esté cercano al horizonte, cuanto más cerca mejor; es necesaria también una atmósfera clara y una nube oscura en la parte opuesta del firmamento. Cuando en tales circunstancias un observador mira, de espaldas al sol, puede ver los rayos del sol refractados a través de las gotas de lluvia como un arco iris. En los tiempos primeros de los atlantes, cuando no existía la lluvia como ahora y la atmósfera no era más que una nebulosa húmeda y caliente a través de la cual el sol parecía una de nuestras lámparas en un día de niebla, el fenómeno del arco iris era un imposible. No pudo hacer su aparición hasta que la niebla se condensó en agua, inundó la tierra y dejó la atmósfera clara como se describe en la narración de Noé, lo que de esta manera apunta la ley de ciclos alternos que trae el día y la noche, verano e invierno, en invariable consecuencia y a la cual el hombre está sujeto en esta edad presente.
Noé cultivó el vino y obtuvo un espíritu para estimular al hombre. Así, aprovisionado con una constitución mixta y un régimen mixto también apropiado para lo sucesivo y con leyes divinas para guiarle, la raza humana fue dejada a sus propios medios e iniciativas en la batalla de la vida.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel

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